lunes, 21 de diciembre de 2009

Crónicas blaugranas













Estudiantes de la Plata 1-2 F.C Barcelona

Y el Barça superó la última frontera, esa que, como dijo Guardiola, separa el ser el mejor equipo del mundo de entrar en la Eternidad.

No fue un camino de rosas el entrar en el Olimpo futbolístico junto a esos equipos míticos como el Santos de Pelé, el Ajax de Cruyf, el Inter de Luís Suárez, el Bayern de Beckenbauer o el Milan de Van Basten. Más bien se pareció al camino que tuvo que recorrer Perseo para liberar a Andrómeda, lleno de traicioneros lagos y peligrosas medusas. O como la Odisea de Ulises, con sirenas y cíclopes acechando en cada esquina.

Estudiantes, el rival en lid, llevó la final al terreno que más le interesaba. Hizo cruzar a los azulgranas por sus campos de minas en forma de desesperantes "faltitas", de pérdidas constantes de tiempo y de malintencionadas provocaciones.

Increíble que en la primera parte Messi se llevara una tarjeta amarilla y los de blanco se quedaran tan frescos. El Barça no solo luchaba contra un rival con el machete entre los dientes, sino también contra un árbitro que no solo no regaló nada (ni falta que hacía), sino que se postuló como el duodécimo "pincharrata" en algunos momentos.

Incluso tuvo el Barçá que luchar contra sí mismo. Lleva el Barça varios partidos sin encontrarse consigo mismo. Sigue el toque, sigue fiel a sí mismo, pero falta la frescura de otras tardes.

El Barça saltó sin chispa al campo, se diría incluso que con una cierta "pájara" encima. Fruto de ello fue la primera ocasión del conjunto argentino. Enzo Pérez no aprovechó un gran pase del inagotable Verón. Le faltó arrancada y velocidad. Si en vez de Enzo hubiera sido el Piojo López de sus buenos tiempos en el Valencia (por poner un ejemplo), el Barça hubiera ido 1-0 abajo a los 3 minutos.

Ese fue un aviso a navegantes; la travesía no iba a ser fácil. Como se preveía, los de la Plata iban a vender cara la derrota.

Con el Barça recompuesto, aunque a la misma velocidad (entre lenta y exasperante), llegó un golpe de inspiración. El balón le llegó a Ibra casi en linea con la defensa blanca y tiró de la parte de su repertorio que más le gusta, el taconazo. La sutileza dejó a Xavi solo para recorrer la autopista que se le abría por el flanco derecho del ataque. Su avance fue bueno, pero, como le ocurría a los mexicanos en la semis días antes, prefirió pasar en horizontal a tirar (la mejor opción, ya que Henry no llegaba solo al segundo palo).

No parece que a Xavi se le hiciera pequeña la portería, como le pasó al colega mexicano, sino más bien se puede atribuir a la mayor confianza del catalán en su pase que en su tiro. Una pena de ocasión perdida.

En otras tardes esto no hubiera sido preocupante, ante el habitual aluvión de oportunidades que suelen crear los de Pep. Pero no fue así. El técnico argentino supo como ahogar el juego de creación culé. Sus dos lines de cuatro y cinco hombres se montraban intranspirables. Los laterales de adelantaban fenomenalmente, cubrían perfectamente y anulaban el juego de bandas del Barça. Por el centro, más de lo mismo. Y mientras Xavi echando de menos una mano (que bien hubiera venido Iniesta, todo un desatascador en estas situaciones).

Estudiantes se encomendó a la disciplina, las tácticas subterraneas (dejarse caer, provocar faltas, perder tiempo) y a Veron. La "Brujita" es un futblista superlativo, cuyos años no impiden qu haya perdido ni un ápice de calidad ni de oficio. Por él pasaba toda la organización y el peligro blanco.

Sin embargo el gol llegó en una jugada por banda. Juán Díaz centra con la zurda por la zona del extremo y Boselli, de sensacional cabezazo, marca ante la inútil oposición de Puyol Abidal y Valdés.

Por enesima vez en los últimos partidos el Barça tuvo que nadar contracorriente. Pero esta vez estaba en juego el título de los títulos y el rival no pecaría de inocente en ningún momento, no cedería ni un milímetro y no perdería la concentración.

El Barça completó una primera parte para olvidar. Los fantasmas volvían a rondar por las mentes culés. La remontada del Sao Paulo de Raí en el 92, la inesperada derrota contra el Inter de Porto Alegre en 2006... otra vez tocaba sufrir.

¡Y vaya si se sufrió! Quedaban 45 minutos para enmendar errores. Pero se hacían a las vez escasos, a la vez interminables. Escasos parecían para derribar una muralla blanca que pareció infranqueable en los primeros 45 minutos. E interminables por el sufrimiento que se adivinaba en el horizonte.

Afortunadamente la actitud del once blaugrana fue otra. Se nota que hubo "guardiolina" en el vestuario. Pep, por su parte, reaccionó rápido y tiró de artillería. Cuando se intuía un cambio por un desatinado Henry, Pep se la jugó y quitó a Keyta para dar entrada al chico milagroso, "Pedrito". Guardiola leyó perfectamente el partido, y arriesgó (o fue coherente, según se mire). Quitó un escudo (filoso, eso sí, keyta dominas la faceta defensiva y ofensiva) para meter otra lanza.

El cariz del encuentro pronto cambió. La defensa "pincharrata", más cansada, tuvo que redoblar esfuerzos para parar a los Ibra, Pedro, Henry y Messi. Podría temerse una ruptura por el centro del campo, pero los Piqué y compañía hacían de defensas y medios a la vez.

Las ocasiones llegaron en pies de Ibra, principalmente, pero los minutos pasaban y la bola no entraba. Pep sustituyó a un cansado Busquets para meter a Touré. Era necesario no perder el equilibro en medio campo, ante la inferioridad númerica en las contras.

La última carta la jugó Guardiola en el 83, cuando dió entrada a Jeffren por Henry. El efecto fue inmediato. El joven canterano se fue como y cuando quiso de una defensa argentina cansada y desbordada y solo la falta de acierto le negó el pase o el gol.

Gol que llegó (¡por fin!) en rozando el minuto 89. Cuando el título se escapaba para tierras australes, cuando ya los barcelonistas volvíamos a ver nacer otro nuevo fantasma... llegó volando el canario salvador, la última perla de la Masía.

Piqué, ya de delantero bolla en plan Alexando, prolonga un balón aereo con la cabeza dentro de los dominios del arquero argentino. El balón le llega a Pedro que suavecita y colocada la pone por encima de Albil. Como si estuviera en un partido más de los que jugaba hace dos días en segunda B, Pedro congeló el tiempo y los corazones blaugranas para luego explotar en una sensación indescriptible de alivio y felicidad. Se cantó como el triunfo. Al menos yo lo hice.

Lo más difícil estaba hecho. Se derribó la barrera física y sobre todo, la psicológica. Y esta batalla, la psicológica, es la que daba un claro vuelco. Los argentinos se quedaron sin botín. Se atrincheraron haciendo valer su gol de oro y de golpe y porrazo se le esfumó como al sediento que vaga por el desierto y se dá cuenta que el pozo que vió, al que se aproximó y casi toca, era puro espejismo.

Y todo esto, con muchos kilómetros sobre las piernas. El Barça estaba cansado, sí, pero el gol le dió alas, lo reafirmó en su objetivo y con ello volvió también el orden táctico. El desmelenamiento circunstancial dió paso a la reorganización de filas.

Apurados los 90 minutos y el descuento, la prórroga aparecía como maná tras haber sufrido lo indecible.

Estudiantes se parapetó más si cabe, esperando el milagro en la persona de Verón, en el acierto de Boselli o en alguna jugada a balón parado. Y sinó, a los penalties, mal menor que ampliaría sus posibilidades de tocar ese título que casi rozaron.

El Barça, a lo suyo. Dominio, control y riesgo. Pedro y Jefren aparecían como puñales e Ibra (muy activo) y Messi (desaparecido hasta entonces) eran las armas letales encubiertas.

La prorroga pasaba entre las internadas de Jeffren y los acercamientos de Messi o Ibra.

En el minuto 110 de la prorroga llegó el éxtasis. El incansable Dani Alves cuelga un balón punzante y Messi, entrando como una exalación al corazón del area, remata en plancha con el pecho. El escudo con el que remató, cumplía 110 años, como el minuto en que lo marcó. Y con él marcaron Kocsis, Carrasco, Kubala, Migueli... todos aquellos a los que el destino le negó la mayor gloria futbolística.

Ese gol proclamaba al Barça Campeón del Mundo de Clubes. Ni Intercontinental, ni Copa Toyota... el primer club español en ganar el Mundial de Clubes, aunque algunos digan que se parece a un bolo veraniego. Un bolo, que a ellos le encantaría ganar, claro.

Ahora los jugadores, por fín, podrán desconectar. Han sido muchos meses de presión, tensión y finales. Ahora toca disfrutar lo que resta de año para volver con las pilas nuevas a reverdecer laureles.

¡Felicidades, Barça!

Partido correspondiente a la final de la Copa del Mundo de Clubes 2009.

Goles

1-0 Boselli 36´
1-1 Pedro 89´
1-2 Messi 110´

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