viernes, 11 de diciembre de 2009

Mundo Culé

LA FINAL DE LAS BOTELLAS (1968)

Tras eliminar al Celta, el Real Madrid se convirtió en el rival del Barça en la finalísima de la Copa del Generalísimo. El gran duelo era una realidad. Lo catalanes tenían la oportunidad de tomarse la revancha de la Liga. Desde 1936 no se enfrentaban los dos "grandes" en el match decisorio de la Copa.

En aquellos tiempos no se tenía en cuenta la posibilidad de elegir una sede neutral. Si Franco estaba en Madrid, el escenario de la final debía ser la capital y más concretamente el Bernabéu. No importaba que uno de los dos contendientes fuera el propietario del terreno. Recordemos, a proposito de ello, que en 1963, cuando el Barça había disputado (y ganado) su anterior final, el escenario del encuentro fue el Camp Nou, ya que el Jefe del estado se encontraba en tierras catalanas.

El Real iba a contar con campo y público favorable, pero no cayó bien en el bando "merengue" la designación del balear Antoni Rigo como árbitro del lance. Tenía fama de barcelonista...

Durante toda la semana anterior al partido se caldeó el ambiente hasta límites insospechados. El Bernabéu era, pues, aquel 11 de julio de 1968 una "olla a presión" a punto de estallar. Y estallço, como veremos más adelante.

No se llevaban jugados más que seis minutos cuando Zabalza lanzó un pase en profundidad a Rifé, quien centró a media altura y Zunzunegui, al intentar despejar, envió el balón al interior de su propia meta. El Bernabéu enmudeció. A partir de este momento, el Barcelona se mostró de lo más conservador y dejó toda la iniciativa a su rival, que buscó con ahínco el gol. La zaga blaugrana, con un segurísimo Sadurní a la cabeza, se mostró infranqueable.

L impotencia de su equipo provocó el nerviosismo de la afición del Real Madrid, que comenzó a protestar una y otra vez las decisiones de Rigo y a pedir penalties. Los aficionados blancos lanzaron toda clase de objetos y hasta cascos de botella sobre el terreno de juego. La lluvia arreció cuando los jugadores intentaban dar la vuelta de honor después que Franco entregara la copa a Zaldúa.

La anécdota que se produjo en el palco no tiene desperdicio.Concluido el partido, la esposa del ministro de la Gobernación, Camilo Alonso Vega, apesadumbrada, se dirigió a Bernabéu, diciéndole: "Santiago, hemos perdido, ¡Qué desgracia!". Narcís de Carreras (presidente del Barça) estaba al lado, y el marido, queriendo demostrar imparcialidad, le dijo: "Anda, felicita al presidente del Barcelona." Aunque un tanto sorprendida, obedeció y le dijo a De Carreras: "Bueno, le felicito porque... Barelona es también España, ¿no?". Al máximo dirigente blaugrana le salió del alma un "¡no fotem, senyora!" ("¡no fastidie, señora!").

La derrota causó enorme enfado en Madrid. Prensa, aficionados, directivos y jugadores cargaron contra el árbitro Rigo (que sería desposeído de la internacionalidad) y contra la supuesta violencia de los barcelonistas. Los ecos de la que desde entonces fue conocida como "la final de las botellas" tardaron en apagarse. Lo cierto es que, después de cinco años, el Barcelona volvía a conquistar un título estatal. No era la Liga, cierto, pero esta Copa, tal como se había ganado, tenía un valor excepcional. Y el apoteósico recibimiento del que fue objeto el equipo en el aeropuerto y la ciudad lo demostró. La afición, pues, salió satisfecha de la prestación del nuevo Barça de Narcís de Carreras y Salvador Artigas.

Textos sacados de la colección "Equipos con Historia: F.C Barcelona", Universo Editorial S.A (Madrid, 1989). Más concretamente de las páginas 303 y 304 del tomo.

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